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Vivir sin las TIC

Dado que la última sesión de clase la dedicamos a dudas y preguntas y a retocar los portafolios, me voy a tomar la libertad de escribir sobre una experiencia que viví hace tres años, muy relacionada con las TIC, o más bien, con lo que ocurre cuando dejan de estar ahí.


Pues bien, vivimos en un mundo rodeado de pantallas. Las TIC forman parte de nuestro día a día. Nos cuesta imaginar un mundo en el que tuviésemos que enviar cartas o señales de humo. Y no solo los particulares, prácticamente la totalidad de empresas, organizaciones, agencias, instituciones que componen la economía mundial, confían su funcionamiento en las TIC. Esto ha hecho que tanto las personas individualmente, como la sociedad, hayan creado una fuerte dependencia hacia ellas, sin pensar que puede llegar un día en el que fallen. Y si esto ocurre, ¿qué haremos?


El huracán María tocó tierra en Puerto Rico el 20 de septiembre de 2017. Yo me había mudado allí tres meses antes. Cuando veía por la tele que se acercaba a la isla el ciclón más grande registrado en la historia del Atlántico, obviamente, me preocupé mucho, pero lo peor no fue el durante, sino el después.


El María destrozó toda la infraestructura eléctrica y de telecomunicaciones del país. En una sociedad acostumbrada a vivir rodeada de pantallas, las nuevas tecnologías fallaron cuando más se las necesitaba. Los más de tres millones de habitantes de Puerto Rico perdieron la electricidad y el acceso a Internet. Para tres cuartas partes de la población, donde me incluyo, este período de incomunicación duró varios meses. Fue el apagón más largo de la historia de Estados Unidos.



Durante más de una semana no pude comunicarme con mi familia, ni decirles que estaba bien. No podía informarme de la situación en la que se encontraba la isla tras la catástrofe. Pero mi situación no era nada comparada con el colapso total que sufría el país, dado que incluso las agencias de manejo de emergencias estaban incomunicadas.


Así, tras conseguir hablar con mis padres, el período de incomunicación no se me hizo tan duro, intenté ayudar lo más que pude y al cabo de un tiempo ya ni me daba cuenta de que estaba viviendo sin electricidad. De hecho, al final, no recuerdo ni que echara de menos el móvil o el ordenador.


Y bueno, aunque a todo se acostumbra uno, creo que haber vivido un desastre como el que el huracán María trajo consigo, es conocer una de las formas más extremas del sentimiento de impotencia. Esto es debido principalmente, a que a día de hoy no sabemos vivir sin las TIC, dependemos de ellas. Y no me di cuenta hasta que faltaron. Y vosotros, ¿Creéis que esta dependencia es un problema? ¿creéis que es bueno confiar el funcionamiento de la sociedad a las TIC?



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